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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Visitas al camposanto

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Las tardes en que Antonia, mi madrina, me llevaba con ella al cementerio se hacen más patentes en mi memoria en este noviembre, mes de difuntos. Antonia, que ya era anciana cuando yo nací, vestía siempre de negro, de luto de por vida desde que su hija perdió la suya. Alguna tarde le decía a mi madre: - Me llevo a la niña. Encantada, no me importaba dejar juegos, deberes o aburrimiento por esa pequeña excusión que suponía ir con ella al otro lado de la ciudad, al cementerio. Llevaba un pequeño cubo azul de ‘prático’ como ella llamaba al plástico, un trapo de algodón blanco, impoluto, otro algo más usado. No llevaba bolso, lo que necesitaba lo tenía en el delantal negro que nunca se quitaba: un pañuelo y dinero, así vendía huevos frescos de lunes a domingo, esos bolsillos le hacían como de caja registradora: en el bolsillo derecho llevaba las monedas de duros, de cinco duros, de cincuenta pesetas, así como un pequeño fajo de billetes de cien y, a veces, alguno de quinientas