HOMBRE DE PIEDRA
HOMBRE DE PIEDRA Temía tanto al amor que se empeñaba en esquivarlo por las esquinas. Solo se permitía historias efímeras que no dejaran más huella que unos recuerdos febriles y la ilusión de un poco de ternura recibida. En su interior guardaba un corazón tan deseoso de darse que alguna vez le jugó malas pasadas aunque ella seguía con su empeño de no caer en la tentación. Quizá por eso los hombres con los que sesteaba, atraídos por el misterio de su sensualidad, estaban ya comprometidos y amoldados a unas responsabilidades a las que nunca renunciarían por ella. Hombres de piedra, cuyo corazón solo latía en los primeros encuentros, hombres de piedra que necesitaban, de vez en cuando, una mujer así para aguantar su acomodada vida llena de justificaciones, hombres de piedra con cuyo roce, a veces, ella se lastimaba.