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Mostrando entradas de 2014

Visitas al camposanto

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Las tardes en que Antonia, mi madrina, me llevaba con ella al cementerio se hacen más patentes en mi memoria en este noviembre, mes de difuntos. Antonia, que ya era anciana cuando yo nací, vestía siempre de negro, de luto de por vida desde que su hija perdió la suya. Alguna tarde le decía a mi madre: - Me llevo a la niña. Encantada, no me importaba dejar juegos, deberes o aburrimiento por esa pequeña excusión que suponía ir con ella al otro lado de la ciudad, al cementerio. Llevaba un pequeño cubo azul de ‘prático’ como ella llamaba al plástico, un trapo de algodón blanco, impoluto, otro algo más usado. No llevaba bolso, lo que necesitaba lo tenía en el delantal negro que nunca se quitaba: un pañuelo y dinero, así vendía huevos frescos de lunes a domingo, esos bolsillos le hacían como de caja registradora: en el bolsillo derecho llevaba las monedas de duros, de cinco duros, de cincuenta pesetas, así como un pequeño fajo de billetes de cien y, a veces, alguno de quinientas

Ilusiones Ópticas

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Necesitaba renovar las lentillas que disimulan y atenúan la miopía que padezco, además de comprar unas gafas para ver de cerca. 'Vista cansada' me diagnóstica un joven óptico muy guapo después de mirarme fijamente a los ojos (a través de un autorefractómetro,  claro...) Yo no tengo la vista cansada, le digo, lo que la tengo es harta. Ríe. Muy cerca de allí, me esperan para ver un local. Ubicado en un lugar que me agrada, al entrar veo que tiene restos de lo que en otro tiempo fue una óptica. Qué casualidad, pienso. Sin estrenar aún las lentillas nuevas, veo con claridad lo que hasta hace poco sólo existía en mis sueños. Esas paredes grises y desconchadas las visualizo llenas de color y de flores, sí, muchas flores...! Porque son flores de lo que voy a rodearme todos los días. Sin ponerme las gafas para ver de cerca, observo con nitidez, que todo pasa en la vida, lo malo también. Así que conservo las suficientes fuerzas para reinventarme de nuevo, para convencerme que en mi part

Oído cocina

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Que está de moda los concursos de masterchefs, superchefs o minichefs es evidente. Que posiblemente toda esta fiebre por el nuevo modo de cocinar nos pueda influir en nuestra forma de comer también. Nos llegan no solo sabores, alimentos y técnicas desconocidas hasta ahora, sino además una serie de neologismos que vamos asimilando con celeridad. Mi madre, nuestras madres, nos ‘apartaba’ la comida, ahora parece que se ‘emplata’. Lo de emplatar me sigue haciendo gracia, la verdad. ¡Qué tiempos aquellos en los que la decoración en la cocina era adornar la ensaladilla rusa con unos cuantos pimientos morrones!. El pimiento morrón entonces era a la ensaladilla como hoy el vinagre de Módena a cualquier plato, con el que a muchos les dan por garabatear, y estropear, cualquier alimento elaborado o ‘deconstruido’. De las muchas expresiones que nos ha dejado la gastronomía a lo largo de nuestra historia, hoy me ha venido a la mente la de ‘Oído cocina’. Expresión tradicional que nunca se dice s

Un día más

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Las mañanas del día de año nuevo siempre son silenciosas, ésta no iba a ser menos. Me asomo al balcón. Veo un par de amigos abrazados entre sí, más bien para sostenerse entre ambos que por cariño, aunque sin duda se lo tendrán, veo además, a un vecino muy mayor que pasea al perro evitando pisar cristales y otros restos de la fiesta. Ya falta menos para que vuelva la cotidianidad, que viene a parecernos estos días una bendición. En el silencio, la ciudad permanece hermosa. Me gusta contemplarla así, muda y vacía, como si solo existiera para mí. El café reconforta este frío que me viene de dentro. Empieza un año, dicen, como si nuestras vidas las marcaran las fronteras del calendario. Solo es un día más que comienza, con todo el avance que ello conlleva. Y ya se sabe: año nuevo, vidas nuevas.